Su voz está entre las que alertan de las desoladoras consecuencias de la pandemia en América Latina. Pero para Luis Felipe López-Calva, director para la región del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, es también “una oportunidad” para reconstruir la confianza entre ciudadanos y gobernantes.
La del coronavirus es una crisis “sistémica” y “de gobernanza” global, dice el economista mexicano a AFP vía Zoom desde Nueva York, sede del organismo.
Pero reconoce su efecto especialmente devastador en Latinoamérica, que con 9% de la población mundial registró cerca del 40% de las muertes en los últimos dos meses, un dato que ilustra “el impacto tan grande que ha tenido la pandemia”, que ya deja al menos 6,7 millones de infectados y 260.000 muertos en la región.
-¿Qué escenarios pospandemia le esperan a las sociedades latinoamericanas?
-Nuestros países han reaccionado de manera muy heterogénea, pero hemos aprendido durante el proceso.
Las estrategias sanitarias se han ido afinando, en términos del número y tipo de pruebas, del seguimiento de los casos, de la inversión en la capacidad hospitalaria. Y hemos visto una reducción tanto en los contagios como en las muertes recientes en prácticamente todos los países.
Desde el punto de vista económico existen ya estrategias claras de reactivación, el empleo se empieza a recuperar ligeramente, pero esto todavía será un proceso muy largo y muy complicado porque estamos aprendiendo a reactivar la economía conviviendo con una pandemia muy importante.
Y cabe esperar la normalidad que va a tener como un requisito central la existencia de una vacuna.
-Se ha hablado de un retroceso de hasta dos décadas en los avances sobre la desigualdad.
-La estimación de los impactos económicos, incluyendo la caída del crecimiento económico o los niveles de pobreza y desigualdad, son simulaciones que se hacen en ausencia de una respuesta de política pública, son escenarios extremos que es muy importante tener en cuenta para diseñar estrategias que mitiguen esos efectos.
Tenemos distintos escenarios en distintos países, pero a nivel regional en efecto podemos hablar de un retroceso de hasta 10 años, en ausencia de una reacción de una política eficaz, en los niveles de pobreza multidimensional, según un informe reciente que sacó el PNUD.
Es por ello que estamos trabajando con los gobiernos para diseñar políticas de respuesta, y esperaríamos que, si bien los instrumentos y los espacios fiscales existentes no son ideales, las respuestas tengan un efecto de mitigación.
-¿En qué aspectos se va a traducir el impacto de la pandemia?
-La pandemia va a cambiar nuestras prácticas en políticas de salud y en muchos comportamientos individuales, y las prácticas laborales en términos de los lugares y los mecanismos para realizar las actividades productivas.
Esto es una crisis de gobernanza y sistémica, y no podremos salir sin un esfuerzo y un enfoque sistémico, porque lo que ha existido es una revelación de muchos fenómenos estructurales que ya existían.
Así como los individuos más vulnerables a la pandemia son aquellos con lo que médicamente se llama “condiciones preexistentes”, también las economías y las sociedades más vulnerables han sido aquellas con condiciones preexistentes, es decir con alta desigualdad, inefectividad de algunas políticas, baja confianza en las instituciones e incapacidad fiscal.
Es muy probable que los países salgan de esta situación con niveles de endeudamiento más altos, y hay que pensar en cómo funcionan los mercados de deuda y en qué medida pueden aliviar el funcionamiento del espacio fiscal que los países van a requerir para la recuperación.
Ha habido una gran destrucción de empleo, el tejido social productivo hay que reconstruirlo y eso va a requerir importantes medidas a nivel socioeconómico.
Y el impacto social está empezando a tener un efecto sobre la capacidad de la gente de resistir un confinamiento largo, y tenemos que trabajar con los gobiernos para evitar que esta pandemia tenga también un efecto destructivo sobre las instituciones y, por el contrario, tomarlo como una oportunidad para reconstruir la confianza entre ciudadanos y gobiernos. Y para reconstruir instituciones eficaces para una normalidad que no sea solamente nueva sino mejor.
-¿Han sido insuficientes las respuestas de los Estados?
-A nivel global nos dimos cuenta que teníamos sistemas que eran insuficientes para responder a una amenaza sistémica de esta naturaleza. Pero podemos encontrar ejemplos muy eficaces de respuesta en nuestra propia región.
Por ejemplo, el éxito del confinamiento en varios de nuestros países, como el de Argentina; el caso de Uruguay, donde la respuesta lleva al crecimiento de la pandemia muy controlado. O la respuesta fiscal en el caso de Colombia, con su esquema de devolución del IVA a los hogares; o de Guatemala, donde el programa de protección social de transferencias se multiplicó por 10, pasando de 250.000 beneficiarios a casi 2,6 millones; o la inversión que se hizo en México para aumentar la capacidad hospitalaria en muy poco tiempo.
Pero insistiría en que es una situación totalmente sin precedentes para la que globalmente no estábamos preparados.